Alejandro, rey sin corona
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“El mariscal Tito fue un hombre muy interesante, un rey autocrático con muchas más residencias de las que tenía mi familia”, me dijo en marzo de 1991 en su despacho de hombre de negocios en Londres el príncipe Alejandro, heredo del trono de Yugoslavia, país que no había pisado nunca.
Era un hombre cordial. Había nacido en julio de 1945 en una suite del londinense hotel Claridges declarada territorio yugoslavo a petición del exiliado rey Pedro para permitir que su hijo naciese en territorio nacional. Un país de ficción propio de comedia cortesana en el que competía para reinar con su tío Tomislav, hermano del rey Alejandro, asesinado en 1934 en Marsella por un grupo de terroristas croatas, y es que el conflicto del mosaico yugoslavo viene de lejos.
Con el paso del tiempo Alejandro se casó con una princesa brasileña que nunca tuvo un reino, tuvo tres hijos, se divorció como un plebeyo y se casó en segundas nupcias con una mujer griega. Creía que en su país seguían existiendo muchos monárquicos y estaba dispuesto a ser su rey.
-Tengo ganas de apostarme cinco libras. Aconséjeme si las juego a favor de la monarquía o la república – le dije.
-La monarquía puede tardar cinco años en cuajar y aunque usted gane las cinco libros si apuesta por ella pueden perder valor en ese tiempo debido a la inflación.
-Habla usted como un economista…
-Un rey también ha de saber economía –respondió riendo.
Siete meses después de nuestra conversación el príncipe Alejandro viajó por primera vez Yugoslavia. Mi hija Isabel siguió aquel viaje hasta Belgrado y al regreso me explicó que conversando en el avión de regreso con el príncipe este parecía aceptar que en Croacia él y su familia no serían bien recibidos pero en Belgrado cuarenta mil serbios se habían reunido para escucharle y aclamarle. La guerra en los Balcanes hizo estallar el mosaico yugoslavo. Si no rey de Yugoslavia ¿por qué no rey de Serbia? Era su sueño.
Se lo pregunté meses después a Solana, ministro de Asuntos Exteriores en un receso de la conferencia internacional sobre los Balcanes.
-¿Si el príncipe tiene alguna posibilidad? No me haga reír- me respondió.