Diario del coronavirus: Artículo Tres

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Desde la facultad de Medicina de la Washington Univesity en St. Louis (Missouri, Estados Unidos) Eric Sallinger me escribe Sobre La Vida en los Tiempos de Coronavirus:

“Es difícil imaginar hasta qué punto la gente se ha visto afectada por el coronavirus en todo el mundo. Lo que es fácil es saber con seguridad que millones de personas han sufrido muchísimo más que yo. Yo no soy sanitario ni tengo contacto con enfermos, no estoy solo en mi casa, aislado de los demás, no me falta nada, tengo comida y todo lo que necesito para estar sano. Soy un estudiante universitario a punto de graduarme en la Washington University en St. Louis, estoy rodeado de amigos, veré pronto a mi familia y tengo todo lo que necesito. Soy afortunado. Y este pensamiento me viene a la mente a menudo, la sensación de que aunque mi vida se haya visto afectada por el coronavirus, las cosas podrían ser mucho peor y doy las gracias por lo que tengo.

“Por este motivo, no entiendo lo que todo el mundo me dice: que les sabe mal que no haya podido disfrutar de mi último semestre en la universidad, que las clases en las aulas se hayan cancelado y todo se haga online, que no haya fiestas de despedida con los amigos, que no haya abrazos, ni birretes en el aire, ni momentos emotivos, que no se celebre la ceremonia de graduación. Me habría gustado vivir este momento importante de mi vida y disfrutarlo con normalidad. Me hacía ilusión caminar por el escenario y recoger el diploma vestido con la toga y el birrete, delante de todos mis amigos y familiares. No he tenido la oportunidad de poder vivirlo y por este motivo, todo se ha quedado en un sueño. Y los sueños casi nunca se cumplen como uno imagina. Como no sé lo que habría sentido, no soy consciente de lo que me he perdido. Lo que sí sé es que, a pesar de todo esto, me siento afortunado porque tengo todo lo que necesito y continúo sano.

“El impacto del coronavirus en mi vida ha pasado por diversas fases. Empezó con un email que recibí cuando estaba en alta mar, en Méjico, de vacaciones de Semana Santa con 20 amigos de la universidad. Me comunicaban que las clases en las aulas se habían cancelado y todo se haría online, y con mi piña colada en la mano, intenté reaccionar a la noticia de que no podría volver al campus y de que seguramente no volvería a ver en mucho tiempo a algunos de mis mejores amigos.

“Una vez comprendí la gravedad de la situación y me di cuenta de hasta qué punto había cambiado el mundo, decidí averiguar cómo era el día a día en las vidas de la gente corriente. Diseñé una página web, la llamé La Vida en los Tiempos del Coronavirus, ideé un cuestionario y lo traduje a varios idiomas. Lo envié a personas en todo el mundo en un intento de descubrir cómo está viviendo la gente confinada en sus casa, y cómo esta nueva realidad afecta a personas en diferentes culturas. Recogí más de 50 respuestas de más de 15 países y enseguida me di cuenta de que el coronavirus ha traído igualdad a la vida de las personas. Gente rica, gente pobre, gente blanca, gente negra, ancianos, niños, católicos, judíos, homosexuales, gente culta, gente sin formación…todos quedaron encerrados en sus casas, con mascarilla puesta y preocupados por las mismas cosas. Las vidas en Francia o la India dejaron de ser muy diferentes, las clases sociales no podían protegernos ante el virus, las religiones no eran de mucha ayuda, el dinero no podía comprar jabón desinfectante o papel higiénico si estaban agotados. Durante unas semanas, todas nuestras vidas pasaron a ser más parecidas que distintas. “En el cuestionario en mi página web, mucha gente escribió sobre lo que habían descubierto durante los largos días encerrados en casa: coincidían en que las pequeñas cosas son muy importantes, como ver a sus seres queridos, poder pasear por un parque en una tarde soleada, poder dar un beso a una amiga. Estas pequeñas cosas nos dan una sensación de bienestar y son las que más echamos de menos.

“Yo he llegado a la conclusión de que deberíamos intentar recordar lo que hemos aprendido durante estas semanas, valorar lo que hemos echado de menos de verdad, y quizá si no lo olvidamos sabremos vivir vidas más felices y más llenas”.