Ander Gurrutcaga Reflexiona tras El Hijo del Chofer

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No resulta fácil reducir en la extensión del Twitter, mis impresiones sobre el libro. Es un texto articulado en escenarios distintos, inter conectados con el cemento que impone el andar de Quintá a lo largo de sus páginas. En cada escenario se desenvuelven personajes que se conectan desde la realización de sus proyectos, caóticos y entrópicos de vida, donde la fascinación por el poder, los juegos del poder, el trabajo profesional, el olor y el sabor de la política y las perversiones personales y las que promueven el poder puro, descarnado, se conectan y ofrece un cuadro espectacular, a veces espeluznante de lo que es el ejercicio del poder descarnado, tanto en su manejo micro-Quintá en las redacciones de los periódicos, en la televisión, en las comidas-la comida y los restaurantes tan frecuentes que son un personaje más de las tramas que se desarrolla el texto de J. Amat-. Pero por encima, la construcción de la realidad política, la historia de cómo se genera el poder, cómo se maneja, cómo opera , cómo se degrada, se pervierte y cómo, en todos los casos, es la historia que decepciona, el recorrido trágico de una decepción, de un trauma no resuelto.

Qué lejos queda la narración de los acontecimientos de nuestros sueños, ilusiones y esperanzas. no es tan siquiera el fin de la inocencia, sino el reset de aquello que fue, pero que nunca fue como nos lo contaron. Toda la narración atada por la biografía de A. Quintá sí, pero también por la biografía, no tan detallada pero muy sugerente, del “gran padre” J. Plá, Pujol, Prenafeta, El País, TVE, El Observador, Godó, Taradellas, etc. El “oasis catalán” que relata Amat, visto casi, casi, por un entomólogo desde la cercanía a veces y, en ocasiones, desde la distancia. Ciertamente el autor principal de la trama es un hombre enfermo, débil, inteligente, con déficit emocionales, sin empatía, obsesivo, pero, en muchos o, momentos con el poder suficiente que oculta o desfigura los aspectos más lamentables del recorrido hacia la destrucción. Es también, por supuesto, la historia, el desarrollo de un drama: la destrucción sin límites ni fronteras de una persona, y de varios de los figurantes en la trama que relata.

Texto esclarecedor, no sé si de cierre, ajuste o la descripción, sin más de una etapa. En todo caso, me resulta igual de esclarecedor que desolador, con una gran salvedad; la última mujer asesinada por Quintá, Victoria. Bello ejemplo de cómo la misericordia, el corazón noble, puede conducirte hasta la muerte, cuando tratas con personas tóxicas, destruidas.

No se entiende muy bien, o igual sí y es mi ignorancia la que desconoce los hechos, cómo durante tantos años las perversiones del personaje, no encontraron, o al menos, el texto las desoye-las que se escuchan son débiles o de retirada del escenario para no caer en el despido o el desprecio- que el personaje configurase uno de los relatos de la modernidad reciente catalana. La lectura, en gran parte psicoanalítica de Amat, conduce por escenarios plenos de zonas sombrías, de personajes oscuros, débiles, obsesivos, ansiosos por estar en el poder. Es un relato, al menos en su línea central, de “almas” poco edificantes. Historia del poder, de cómo construirlo, manejarlo, reproducirlo e historia de marionetas disparadas y disparatadas sin fines claros, creyendo que dar vueltas, ir, venir, subir o bajar lo justifica todo. Las grandes ideas, los grandes proyectos, los fines declarados, incluso las metas ocultas, se alejan del escenario por que el entomólogo lo que mira es lo que ocurre encima de la mesa de su laboratorio, ese es, sobre todo, el campo de sus operaciones. Lo demás es trasfondo, contexto, condiciones y condicionamientos. Los “héroes” del texto no son ejemplares, son retratistas de sí mismos, se dibujan ellos mismos, siguiendo el olor del poder y de quienes en cada momento lo representan, lo demás es irrisorio. La destrucción lo “protege” todo.

Obviamente, tengo un déficit de información, no conozco a muchos de los personajes y mis lecturas de Plá, sobre todo, son muy limitadas, esto quizá me lleva a interpretaciones inadecuadas o banales en otros casos, pero soy un simple lector de un texto estupendo.Tampoco he leído nunca a Quintá y las referencias son sobre él eran casi inexistentes, pero, por supuesto, soñaba y vivía el poder político de otra manera.